¡Hola., cómo estás?
Quiero contarte que, si observas todo lo blanco que soy, te darás
cuenta también, todo lo negro que podría llegar a ser si no me cuidas.
No es broma. Necesito que me ayudes a mantenerlo limpio.
Mi pelaje es muy fino y hay que cuidarlo.
Como recompensa, yo te ofrezco intentar sanar todas aquellas dolencias
del alma que puedan aquejarte cuando te sientas triste o en soledad, y también, ¡por que no?, ¡celebrar junto contigo sucesos
que te hagan la vida feliz!
¡Ay! Pero... ¡que descuidado soy! ¡No me he presentado!
Mi nombre es “Yahimala”.
Tal vez te parezca un poco extraño el nombre. El hecho es, que...
bueno, no siempre los nombres propios son comunes, como Pedro, o Dolores, Jeane tal vez, o qué te parece... Eustaquio.
A mi, me llamaron Yahimala y estoy contento.
Nací en un lugar donde hace mucho frío. En un lugar que llaman ustedes,
la cordillera de los Himalaya.
En el lenguaje sánscrito, Himalaya quiere decir “arriba de
la nieve”.
Por eso, mi pelo es de ese color. Blanco, blanco.
Me invitaron a venir a vivir a México, porque soy un felino
de una raza que ayuda a que los humanos prolonguen su felicidad al verme, al abrazarme, al estar junto a ustedes.
Me enseñaron cómo hacer eso; pero a ti, no puedo contarte cómo lo
hago porque, es un secreto que debe ser muy bien protegido.
A este país llegué... harán dos semanas.
Me trajeron los dueños del Bazar Artístico Temático Garros, Todo
en Gatos.
He conocido muchas razas de felinos ahí. No solo como yo, sino a
muchos otros que fueron pintados - con acuarelas, colores de acrílico u óleos - en superficies como la tela, el papel de fotografía,
papel arroz y de mora; madera, incluso en arena de volcán y barro de varios tipos.
Te cuento esto porque, en ese lugar me di cuenta que todas las personas
que llegan a ese sitio a admirarnos o a adoptarnos, salen siempre muy contentos.
Y es que, cada uno de nosotros sabemos cómo ayudar a que la gente,
al vernos, al tocarnos, al conocernos, se sientan más alegres... y entonces ¡hacemos nuestra magia!
Ayudamos a que desaparezca la tristeza, la soledad, incluso, dolores
muy graves, como el dolor del abandono, o la incomprensión.
Todos los felinos artísticos ahí reunidos en Garros, nos contamos
nuestros secretos, y es entonces como yo comencé a saber un poco más sobre cómo curar a la gente.
No puedo sanar la tos o un resfriado. Eso no puedo hacerlo. Sin
embargo, en esas dos semanas que estuve en Garros, me volví experto en la detección de lo que la gente padece en su alma,
su conciencia y sus sentimientos.
Por eso, mis amigos de Garros me apodaron el “Gato doctor
de almas”.
¡Ah!, pero, no por eso, voy a dejar de llamarme Yahimala.
Como Yahimala siempre voy a cuidarte, y como tu doctor felino,
intentaré ayudarte en lo que pueda, siempre y cuando tú permitas que te ayude.
Así es esto de la vida. Ahora posees la historia completa.